En el Parque de Cabárceno este curioso animal dispone de un recinto de algo más de cinco hectáreas y media, en el cual encontramos «la caseta del motor tractor», resto de la época minera del Parque desde donde se trasladaba el mineral en vagonetas.

Viven en grupos formados por animales de ambos sexos y de unos 20 ejemplares.

El hábitat natural de esta especie son las regiones áridas, desiertos arenosos y pedregosos del noroeste de África en las que la vegetación depende de las escasas e impredecibles lluvias, y de ella su alimento, de ahí que deban hacer grandes migraciones en busca de comida. Para desplazarse por estos terrenos en ocasiones muy blandos, poseen unas pezuñas muy anchas que evitan que se hundan, haciendo una función muy similar a la de las raquetas en la nieve.

Pueden sobrevivir sin agua casi indefinidamente, ya que obtienen la humedad de los alimentos y el rocío que se condensa en las plantas.

Son numerosas las adaptaciones desarrolladas para vivir en condiciones de calor extremo, como no transpirar hasta alcanzar una temperatura de 45 grados para evitar así la deshidratación, o que sus riñones produzcan una orina muy concentrada para conservar el agua, y los excrementos son sumamente secos. También posee un revestimiento especial en su estómago que almacena agua para su uso en tiempos de deshidratación.

De todos los herbívoros africanos, esta especie es una de las más amenazadas, hasta el punto de que hoy en día hay más individuos en cautividad que en estado salvaje.

En el antiguo Egipto, la posesión de individuos domesticados de esta especie parecía indicar el status social. Los cuernos que adornan la cabeza de las imágenes esculpidas de los dioses, de los sacerdotes y reyes del antiguo Egipto, están inspirados en los de este antílope.